tan solo unos minutos.
De este frío y lluvioso martes.
Escurridizo martes.
Como el idealismo
que se plantó en mi corazón
hace bastante tiempo.
Hoy, queriendo ver flamear otra bandera.
La del realismo.
La de los sueños concretos.
Y así me encuentro.
Caminando,
en sentido opuesto.
En silencio.
No hay ganas de comentar,
de opinar.
De razonar.
Lo vengo haciendo hace bastante tiempo.
Despierto otra vez en idealismo.
La radio deja sonar su nota.
Como el apunte de un alumno aplicado
que corre en pos de su título.
"Despiertate de tu vida normal.
Puedes hacer todo aquello que te propongas"
Que te propongas.
La de los sueños concretos.
Y así me encuentro.
Caminando,
en sentido opuesto.
En silencio.
No hay ganas de comentar,
de opinar.
De razonar.
Lo vengo haciendo hace bastante tiempo.
Despierto otra vez en idealismo.
La radio deja sonar su nota.
Como el apunte de un alumno aplicado
que corre en pos de su título.
"Despiertate de tu vida normal.
Puedes hacer todo aquello que te propongas"
Que te propongas.
En el silencio.
En la oscuridad de la noche.
Con la almohada cubierta de lágrimas
y el estómago colmado de frustraciones.
En la calle,
cuando te agarra de sorpresa,
esa sensación extraña
de querer arrebatar todas las promesas.
Que llevan tiempo escondidas.
Que llevan tiempo debajo de la mesa.
Como la lámpara
que a veces se queda sin gasolina.
Me detengo unos minutos,
tan solo unos minutos.
De este frío y lluvioso martes.
Escurridizo martes.
El idealismo se va descongelando
de mi armadura oxidada.
Como mis manos
que pasaron demasiado tiempo sobre el fuego.
Ahora quizás tomen
carbones encendidos,
aunque impliquen grandes llagas,
y salgan a quemar la bandera de la comodidad.
"Despiertate de tu vida normal.
Puedes hacer todo aquello que te propongas"
Y la lluvia, que este año ha caído sin cesar.
La palabra que tal vez una amiga publicó.
O vos, empecinado con la misma enseñanza
otra vez. Otra vez.
Sabiendo que mi mente recuerda
poco y nada.
Conociéndome mejor que cualquiera,
me volvés a cantar.
En la oscuridad de la noche.
Con la almohada cubierta de lágrimas
y el estómago colmado de frustraciones.
En la calle,
cuando te agarra de sorpresa,
esa sensación extraña
de querer arrebatar todas las promesas.
Que llevan tiempo escondidas.
Que llevan tiempo debajo de la mesa.
Como la lámpara
que a veces se queda sin gasolina.
Me detengo unos minutos,
tan solo unos minutos.
De este frío y lluvioso martes.
Escurridizo martes.
El idealismo se va descongelando
de mi armadura oxidada.
Como mis manos
que pasaron demasiado tiempo sobre el fuego.
Ahora quizás tomen
carbones encendidos,
aunque impliquen grandes llagas,
y salgan a quemar la bandera de la comodidad.
"Despiertate de tu vida normal.
Puedes hacer todo aquello que te propongas"
Y la lluvia, que este año ha caído sin cesar.
La palabra que tal vez una amiga publicó.
O vos, empecinado con la misma enseñanza
otra vez. Otra vez.
Sabiendo que mi mente recuerda
poco y nada.
Conociéndome mejor que cualquiera,
me volvés a cantar.
"Despiertate de tu vida normal.
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